Desde hace muchos años, el hombre ha intentado calificar y clasificar las cosas que se
encuentran a su alrededor.
Un ejemplo de esto, es el “fuego”, porque antes de la invención de este, no se comprendía
que era de dónde venía e incluso nos generaba miedo, pero después de bautizarlo con un
nombre. Esto dejó de ser algo desconocido, para convertirse en algo admirable, algo digno
de ser estudiado e incluso alabado.
Del mismo modo, se encontró a los animales y los clasificamos según su especie, sus
rasgos, sus características particulares y a sus métodos de reproducción y así
sucesivamente consolidando el mundo tal y como lo conocemos.
Sin embargo, una vez que se hizo eso y ya no sabiendo qué más clasificar, busco la manera
de solucionar preguntas como ¿Por qué la lluvia caía por las noches?, ¿Por qué el sol sale
por las mañanas? e incluso ¿Por qué la gente muere?
Por lo que todas estas dudas a las cuales no les pudimos asignar un nombre o una
característica la dejamos en manos de los “Dioses”, entidades divinas, las cuales regían
sobre un aspecto inexplicable en aquella época, los cuales eran buenos, malos,
misericordiosos e incluso atractivos... Pero siempre los razonamos con la fisionomía de un
ser vivo glorificado y casi inalcanzables.
Por mucho tiempo cada cultura tuvo sus propias figuras de admiración para los Griegos
Zeus era el rey dios que comanda a los demás desde el Olimpo, para los Hindúes era
Rama, para los mayas era Hiuxquilopoxli entre otros tantos por lo que podemos notar un
patrón de costumbres iguales en áreas distintas.
Por lo tanto y al ver nuestra forma de razonar, lo único que nos quedaba por nombrar era a
nuestra especie y de esa tarea se encargó el naturalista sueco Carlos Linneo en 1758, ya
que él alude nuestro rasgo más característico hasta entonces llamándonos “Homosapiens”.
“Homo” que significa “hombre” y “sapiens” el cual significa “sabio” o capaz de conocer” y
esta es la consideración del ser humano como un “animal racional”, distinto de todas las
demás especies ya que es capaz de razonar, en distintos tiempos, realizar operaciones
simbólicas y conceptuales complejas, que incluye un lenguaje sofisticados, razonamiento
abstracto y la capacidad de introspección es decir ¿Quién soy yo?
Pero Carlos Lineo olvidó un aspecto muy importante del ser humano en su descripción,
siendo este quizá y el factor más importante para la toma de decisiones del ser humano
cotidiano.
El aspecto que olvido es la emoción y los sentimientos, que en ocasiones suelen ser más
importantes que la razón y son la raíz de todas nuestras decisiones acertadas o fallidas.
Como ejemplo de esto, podríamos hipotéticamente en lo siguiente:
Una persona que está está en una relación amorosa con otra persona “X”, esta persona “X”
lo esta lastimando, lo hace sentir mal, no quiere que visite a sus padres o amigos de toda la
vida e incluso no quiere hacer nada de lo que él o ella propone y esto no la hace sentirse
bien.
Entonces si Carlos Lineo tiene razón, esta persona, debería terminar esa relación en un
chasquido, ya que es lo lógico a hacer, es entender que esta persona le quita más de lo que
le aporta, le resta más de lo que le suma...
Pero, ¿Por qué decidimos quedarnos ahí? por más que sabemos que no deberíamos y eso
se lo atribuimos a los sentimientos, al no querer estar solo o sola, a no querer sentir tristeza,
a la pereza de buscar a alguien nuevo, por las mariposas que nos produce en la panza
cuando la o lo vemos e incluso a factores tan vanidosos como el físico de la pareja.
Por lo tanto y la pregunta a reflexionar, es la siguiente:
¿Somos racionales es decir “Homosapiens” y nos basamos en la razón o nos guiamos por
nuestros sentimientos como todo un “Homosentimental”?
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